En mi vida he conocido a muchos hombres que se han repuesto después de un fracaso, pero a muy pocos que lo han hecho después de un éxito.
Desconocido
Aquí en el pueblo tengo un vecino que debe rondar los sesenta y, y aunque se llama Mariano muchos le dicen el bombero, o el rico, o el de las perras, o el de los caballos, hasta conocí a uno que le llamaba el loco.
Mariano siempre me cuenta un montón de historias cuando le pregunto, como cuando se hizo boina verde para así terminar antes la mili, o cuando a los dieciséis años entró a trabajar sin experiencia en un taller como mecánico y en sus ratos libres compraba bicis, las reparaba y las vendía, luego lo mismo con motos, luego con coches, y luego, al poco tiempo, acabó haciéndose socio del dueño del taller, su antiguo jefe.
Mi vecino el rico me da consejos de rico, como por ejemplo que nunca debería pedir un crédito si tengo intención de pagarlo yo con el esfuerzo de mi trabajo y no con lo que produzca lo que haya comprado. También me cuenta cosas de rico como que a los dieciocho años pidió orgulloso su primer préstamo al banco y que aún hoy le quedan unos cuantos que pagar, o anécdotas de rico de cuando era constructor y hacía bloques de pisos y se recorría España entera para conocer personalmente a los fabricantes y así conseguir los mejores precios.
He olvidado decir que a Mariano en el cuerpo le llamaban el cocinero, porque, dice, en los más de treinta años que trabajó como bombero era él quien siempre se ofrecía a preparar el desayuno, la comida y la cena para todos sus compañeros.
Creo que le llaman el de las perras porque su abuelo y su padre también tuvieron negocios y debió heredar un montón de propiedades. «A mí es que me lo dieron todo de pequeño y nunca he tenido que trabajar», dice siempre mi vecino con una media sonrisa burlona y el mono de trabajo puesto y las botas manchadas.
¿Que por qué te cuento todo esto?
Te lo cuento porque yo, así como la mayoría de las personas que he conocido en mi vida, tratamos de vivir de las rentas. Te lo cuento porque Mariano, aún a pesar de contarme a menudo millones de historias de su vida y además tener rentas para aburrir, no vive de ellas.
Si estuvieras aquí le verías pasar cada día a las siete de la mañana con su tractor yendo de una finca a otra, arar un campo, segar otro, echarse una horca de labranza al hombro para después llenar un dumper de paja, dar de comer a unos caballos, guardar otros en el establo, plantar un huerto de proporciones bíblicas, correr tras las gallinas, construir una casa, invitar a comer a quien pasa por su puerta, hacer favores a cualquiera, traerte huevos, tomarse una cerveza e irse, tranquilo, a seguir trabajando.
Y qué, dirás.
Déjame te cuente qué es eso de vivir de las rentas y por qué es lo peor que podrías hacer si quieres tener una buena vida.

Vivir de las rentas
Verás, cuanto más mayor y más cansada se siente una persona, aunque esta sea joven, vital y fuerte, más se creerá con el derecho, con la obligación, a vivir perpetuamente de su pasado. Te contarán, con mirada melancólica desde su sofá, con los ojos a medio encender, los amigos que tuvieron, los países que visitaron y los viajes épicos que organizaron, el dinero que ganaron, los sueños que soñaron, los proyectos que idearon, lo mucho que trabajaron, los hombres o mujeres que conquistaron, los errores que cometieron y los aciertos que disfrutaron.
Olvidándose, mientras tanto, de que aún siguen vivos.
Mírame a mí. Si no me doy cuenta y le pongo remedio, cada vez que tengo la ocasión te contaré que he viajado por el mundo tantos meses, que estuve en La India estudiando no sé qué, que viví aquí y allá, que me leyeron estas personas, que me atreví a acercarme a aquellas mujeres, que hice esta llamada súper importante, que gané este dinero, que tuve esos amigos.
¿Y para qué? para intentar demostrarme a mí, e intentar engañarte a ti, que hoy soy algo porque que en el pasado me creí alguien.
Cada vez que me pillo a mí mismo hablando de un tiempo pretérito sin que me hayas preguntado con ardiente interés, trato, primero, de observarme y preguntarme de dónde proviene esa necesidad mía por sorprenderte, y segundo, trato de callarme, de salirme de la escafandra de mi pasado y empezar a respirar el aire puro de mi presente.
Es curioso, lo he comprobado infinidad de veces.
Nos refugiamos en el ayer para evitar trabajar en el hoy. Nos acomodamos en la casa que construimos para así no tener que hacer el esfuerzo de seguir poniendo ladrillos un día más, no vaya a ser que nos cansemos, no vaya a ser que nos enfrentemos de nuevo a la incertidumbre, al miedo, a ese hormigueo del pecho cuando tomas una decisión trascendental. ¿Que por qué? porque es más fácil hablar de los peligrosos caminos que transitamos en la juventud que calzarnos las botas de nuevo y ponernos a andar en línea recta.
No vivas de las rentas. No te bañes en tu pasado. No te automasajees con los triunfos del ayer. No te dejes mecer por la barca en el río de la vida. Sigue remando, remontando las aguas si hace falta.
Mira a esas parejas que se lanzan a la cara, que nos lanzamos, pegotes de mierda impregnados de frases de lo que yo te amaba, de lo que yo hice por ti, de todas las cosas que vivimos juntos y ahora tú me haces esto quién te crees que eres y cómo te atreves, cómo has podido, ¡no te reconozco!
¿Y para qué?
Porque, de hecho, no le conoces. Porque cuando le ves sólo ves lo que viste. Y ahí te quedaste, en la persona que fue, no en la que es. Para evitar mirarle a los ojos hoy y así no darte cuenta que has olvidado el bonito color del iris de quien te acompaña desde hace tantos años.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.Ruyard Kiplin
Levántate
La idea que yo me he formado de mi pasado está constantemente acechándome, tratando de ganar un protagonismo que no tiene, robándome energía que no produce nada, energía que sólo pide, pide, pide y nunca da.
Por eso, porque el agua pasada no mueve molino, no trates de vivir de tus rentas, aunque las tengas.
Sigue esforzándote, no te quedes recordando tus hazañas, vive unas nuevas, no me hables del amor que me diste, ámame con renovado interés o márchate y exígeme lo mismo, no me cuentes la grandeza de lo que construiste, pídeme que te ayude a construir algo aún más grande, no me cuentes lo que viajaste, cómprate una furgoneta y conviértela en tu casa e invítame a un fin de semana frente a la playa, no admires tu valentía pasada, trabaja de nuevo en tus miedos, no fanfarronées del dinero que ganaste, sigue creando para que aquella cifra se quede en nada, no te recocijes en los logros espirituales que alcanzaste, siéntate con paciencia hasta que aquellos queden en juegos de niños, no te deleites con los cuadros que pintaste, con los libros que escribiste, con los premios que ganaste.
A nadie le importan, ni siquiera a ti.
Ten fuerza para olvidarlo todo, ten el valor para levantarte cada día y crearlo de nuevo, llena de fuego tu mirada una vez más, atrévete a que la muerte te encuentre trabajando, amando, sintiendo vergüenza otra vez, aprendiendo, arriesgando.
No vivas de las rentas, aunque las tengas, que tu trabajo diario sea tu ilusión (y no ese de nueve a cinco), tu motivo de despertarte, tus ganas de acostarte, no me cuentes nada, demuéstramelo todo, no mueras a los treinta, ni a los sesenta, ni a los noventa, no te pongas el traje del recuerdo de tus batallitas, vístete otra vez y pelea unas nuevas conmigo, hasta que podamos, hasta que no queden más.
Gracias por leerme.
La vida no debería ser un viaje a la tumba con la intención de llegar a salvo en un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando tras una nube de humo, completamente agotado, totalmente desgastado, y proclamando en voz alta ¡Wow! ¡vaya viajecito!
Hunter S. Thompson
Al leer este pedazo de escrito, me he acordado de una frase que me gusta mucho, «solo se es viejo cuando se tienen mas recuerdos que ilusiones».
Asi es ,amigo mio…un abrazo!!
¡¡Qué gran frase tocayo!!
Hola Antonio:
Te he descubierto hace poco y me encanta como escribes, me ha gustado mucho lo que me has transmitido con este post.
Un saludo desde Madrid.
¡Hola Raquel! Muchas gracias por tu comentario 🙂
¡Un abrazo desde el campo!
Hola Antonio. Me ha encantado la entrada, el contenido y su desarrollo. Una bonita manera de mostrar que el presente es lo único que es. Yo me paso el día contando batallas del pasado. Se acabó. Voy a dedicar mi tiempo a luchar nuevas batallas. Gracias por compartirlo.