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∞ Ricos y Libres ∞

Porque abundantes y libres era muy largo

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Cómo ser verdaderamente libre

Antonio Herrero Estévez · Jun 15, 2020 ·

Nos sentimos muy cómodos en las limitaciones, así que no podemos tocar lo ilimitado. Cuando alguien nos impone limitaciones fácilmente lo aceptamos. Cualquier cosa que desees lograr es una limitación, y no tienes que desear lo ilimitado, porque eso ya lo eres. Creas fronteras. La idea, «Necesito libertad», construye un muro entre tú y la libertad. Elimina el concepto de que hay un muro entre tú y la libertad y ¿qué pasa? Este muro es la imaginación.
No tienes que quitar la basura del muro. ¿Qué pasa si quitas este muro, que ni siquiera existe?
Papaji

Cómo ser libre, verdaderamente libre, es la pregunta obligada que deberíamos hacernos todos los esclavos, pues sin preguntas no hay respuestas.

Te cuento qué he descubierto.

Cuando era pequeño creía que la libertad eran los tres meses de verano.

Cuando era adolescente, creía que la libertad era poder llegar tarde a casa.

En mis primeros trabajos, creía que la libertad era dejar de trabajar el viernes por la tarde y no volver hasta el lunes en la mañana.

Cuando empecé a trabajar por mi cuenta creía que la libertad era despertarme a la hora que quería y organizar yo mismo la semana.

Unos años después, pensaba que la libertad era tener varios meses de vacaciones.

Aún después, creía que la libertad era tener muchos miles de euros.

No sabía que no sabía nada sobre la libertad.

Una vez vi una entrevista a Paulo Cohelo donde la entrevistadora no podía comprender cómo él tenía una casa grande con un gran Jardín con un mayordomo y un montón de bonitos objetos en una bonita ciudad de Suiza y, al mismo tiempo, parecía ser un hippy y un buscador espiritual.

No lo entiendes, —decía Cohelo—. Ante la insistencia en las preguntas, al final Cohelo se cabreó, quiso parar la entrevista y sospecho que ella no llegó siquiera a acercarse al conocimiento de aquello que el escritor apuntaba en sus palabras.

Por otro lado, hace unos días fui a una reunión y una mujer que se consideraba a ella misma anarquista, me preguntó a qué me dedicaba.

Tengo un blog, se llama Ricos y libres.

Lo de libres me gusta pero lo de ricos no. No soporto a los ricos, deberían prohibir el dinero. —Me dijo la mujer con una pizca de resentimiento—.

Entiendo 🙂. Lo de ricos no tiene nada que ver con el dinero, quizás te gusta más la palabra abundantes.

No. —Zanjó ella—.

Querido lector, querida lectora, aunque aún no estoy completamente preparado para hablar de este tema, lo voy a hacer como un mero ejercicio para que en el futuro, espero menos ignorante, eche la vista atrás y vea mi evolución, así que si me acompañas vamos a adentrarnos en un pensamiento que, cuando se comprende y se experimenta, créeme que ocurren cosas, muchas, muchas, muchas cosas.

Te contaré algunas historias.

Cómo ser libre: el país de los diminutos

Primera historia: Imagínate que vas paseando por un bosque con un amigo y que de repente te fijas en dos hormigas corriendo como locas de aquí para allá, te llaman la atención, te acercas a ellas y, de algún modo, escuchas la conversación.

Hormiga 1: Luis Alberto cuántas veces te tengo que decir que por ese camino no se llega a casa, ¿puedes aceptar que estamos perdidos?
Hormiga 2: Mari Cruz estoy harto, si sigues hablando así me pongo a correr en dirección contraria y no me vuelves a ver.

Y tú, que estás ahí escuchando desde lo alto la conversación entre Luis Alberto y Mari Cruz, empiezas a reírte y dices: cosas de hormigas, qué falta de comunicación, qué estupidez, qué sin sentido, pobrecillas, míralas qué graciosas discutiendo, a quién le importa.

Segunda historia: Imagínate que eres un gigante del tamaño de una gran ciudad y que cuando vas caminando a enormes zancadas por ese mismo bosque ves a dos personas que a tus ojos son diminutas. Te llaman la atención, te acercas y, de algún modo, escuchas la conversación.

Persona diminuta 1: Me llamo Raquel, encantada. ¿A qué te dedicas?
Persona diminuta 2: Tengo un blog, se llama Ricos y libres.
Persona diminuta 1: Lo de libres me gusta, pero lo de ricos no. No soporto a los ricos, deberían prohibir el dinero.
Persona diminuta 2: Entiendo 🙂…

Y tú, que eres un gigante y estás ahí escuchando la conversación entre aquellas personitas tan graciosas que hasta se cubren su cuerpo con cosas y usan extraños artilugios para los pies, empiezas a reírte y dices: cosas de humanos en miniatura, qué falta de comunicación, qué estupidez.

Tercera historia: Hace unos días estaba en casa de Tika, tendrías que verla. La casa de Tika está en mitad del bosque en plena Sierra de Gredos y, ¿sabes? cuando escuchas con suficiente atención, el bosque empieza a hablar, pero esa… es otra historia.

Éramos varios amigos. Habíamos ido a ayudar a Tika a cortar algunos troncos, colocar un poco aquello, comer frente a las montañas, leer algunos poemas, ya sabes, cosas de humanos diminutos.

El caso es que Tika y yo tenemos un breve malentendido por una tontería, ella se queda un poco compungida y cuando yo voy a responderla cualquier cosa, Natu, otro amigo, se acerca a nosotros nos anima a que nos demos las manos entre todos y dice: Chicos, vamos a hacer una cosa, cerrad los ojos, callaos, escuchad un momento, observad el silencio.

Y ahí estábamos los cuatro agarrados de las manos, entre montañas, sol, pinos, viento zarandeando sus copas, brisa en nuestra cara y, en nuestra nariz, lavanda, resina, alfalfa, piñas, madera, tierra, polvo, una infusión calentándose al fuego… Pequeñas hormigas correteando bajo nuestros pies, quizás gigantes observándonos sobre nuestras cabezas.

Los primeros tres segundos yo estaba incómodo. ¡Quiero estar cabreado! —me digo—. Al cuarto segundo, no sé si gracias a mi entrenamiento de meditación o a la magia del lugar, empiezo a observar el silencio y el silencio empieza a aparecer, y al aparecer el silencio empieza primero a desaparecer la conversación con Tika y luego mi malestar con ella, después empieza a desaparecer Tika, a ese desaparecer se le unen todos los demás y tras ello empiezo a desaparecer yo, y a medida que el silencio y el bosque siguen creciendo en mí ensanchándose expandiéndose y adentrándose en cada huequecito de ese instante, me hago más pequeño, minúsculo, diminuto y, al final, cuando ya casi no estoy pues estoy todo cubierto de silencio y soy tan liviano que uno de esos vientos podría incluso llevarse mi cuerpo también, comprendo todo súbitamente:

La mente en general y el incesante hablar en particular representan un bloqueo de la energía. Cuanta más mente y más hablar, más bloqueo, menos flujo, menos armonía.

Sí, ahora por fin lo entiendo.

Bloqueo la energía, bloqueo el flujo, bloqueo la vida.

¿Que qué tiene que ver todo esto con la libertad? —Preguntas—. Observa, tú observa, sigue leyendo.

Un preso en libertad

No sé si conoces la historia de Witold Pilecki, un hombre que, cuentan, entró voluntariamente en un campo de concentración Nazi en la segunda guerra mundial. Aquel espía polaco tenía una misión: dejarse atrapar por las S.S., entrar en Auschwitz sacar información y dársela a los ingleses, pero algo salió mal y le dejaron a su suerte así que Pilecki decidió que ya había estado tiempo suficiente en aquel lugar y escapó.

Imagínate. Ser el único que entra por voluntad en un lugar, y ser uno de los muy pocos que consigue escapar.

Aunque otras miles y miles de personas experimentaban una situación parecida, presos todos ellos tanto de sí mismos como de las circunstancias, él no formaba parte de aquella realidad, él había creado la suya.

No era la situación la que le confería el título de esclavo o preso o víctima sino su relación con ella, su pensamiento o, aún mejor, su falta de pensamiento sobre todo aquello.

Él era un hombre libre en un mundo de esclavos.

¿Que qué tiene esto que ver contigo?

Tiene que ver que todos, en mayor o menor medida, nos sentimos presos de algo. Todos tenemos miedo. Miedo a hacer algo mal en esta sociedad e ir a la cárcel. Miedo a morir. Miedo al dolor. Miedo a que el placer se acabe. Miedo a que nos digan que no. Miedo a fracasar. Miedo a acabar en la calle. Miedo a los hombres. Miedo a las mujeres. Miedo al compromiso. Miedo a que a nuestra pareja le pase algo. Miedo a tener hijos. Miedo a no tenerlos. Miedo a equivocarnos en la decisión. Miedo a que a los hijos les pase algo. Miedo a las responsabilidades. Miedo a la falta de responsabilidades. Miedo al miedo.

Mientras otros se bañan en ello y sonríen nosotros nos morimos de miedo, perdiendo a cada instante nuestra libertad.

Somos como hormigas asustadas enredadas en conversaciones que no conducen a ninguna parte, lanzando monólogos sin sentido que, al universo entero, expectante como un gigante, le hace reír.

¿Y sabes? ya te lo conté hace poco pero, en algunos momentos de mi vida, durante algunas meditaciones, he dejado de tener miedo. Han sido muy pocos segundos, sí, pero sé que es posible, sé que tenemos el potencial de liberarnos, de ser verdaderamente libres. Sé que esos segundos de libertad se pueden convertir en minutos, y en horas, y en días, y en vidas.

¿Que voy a la cárcel? No pasa nada, tendré mucho tiempo para meditar, leer y aprender.
¿Que voy a morir? No pasa nada, para el día que muera espero haber entrenado lo suficiente como para haber estado ya allí. Llegaré a un lugar conocido y la muerte será como volver a casa. ¿Y si no? tampoco pasa nada, es sólo un cambio de estado, algo instantáneo.
¿El dolor? No pasa nada, el dolor también pasará. El dolor surge para luego desaparecer. Y mientras no desaparece puedo habitarlo, presenciarlo, experimentarlo.

Querido lector, querida lectora, sin ánimo de que estos últimos capítulos se parezcan a la iglesia de tu barrio, imagínate a Jesucristo en la cruz cubierto de sangre. En lugar de estar cabreado y gritando «Romanos cabrones bajadme de aquí que os mato a todos», él estaba en paz, lleno de amor, lleno de compasión.

Él era libre.

No era la situación en la que se encontraba sino su relación con ella.

¿Comprendes ahora?

Es tu nivel de conciencia el verdadero medidor de tu libertad. No tu dinero. No tu gobierno. No tus circunstancias. No tu educación. No tu casa. No el alto de tus muros. No tus planes de futuro. No tus sueños. No tu pasado.

A menor oscuridad, es decir, a menor ignorancia, es decir, a menor miedo, mayor libertad.

Yoga is not liberating yourself but liberating from yourself.

Qué significa eso de «ser libre»

La regla del universo y por tanto la regla de la vida, es la siguiente: tienes derecho a crear y disfrutar toda la abundancia del universo pero no tienes derecho a apegarte a ella. El crear te hace libre, el apegarte a tu creación, esclavo. El crear te hace infinito, el apegarte te hace diminuto, ridículo como dos hormigas discutiendo.

Querida entrevistadora, no sé qué relación tiene Paulo Cohelo con sus cosas, su dinero o su fama, pero tienes que saber que no son ellas sino su relación con ellas lo que le confiere a él su título de libre, espiritual y hippy, o por el contrario su título de esclavo, mundano y consumista.

Querida mujer anarquista, ¿no te gusta el dinero? ¿te incomoda? ¿te has creído eso de que te hace hace menos libre, o más?

Está bien. Vamos a ver para qué sirve el dinero.

El dinero, hoy por hoy, sirve entre otras cosas para llevar energía, para llevar vida, para llevar luz, allá donde no la hay. El dinero hoy por hoy sirve para no tener que vivir para trabajar por dinero y así tener el tiempo y la energía suficiente de mostrar a otras personas que no nos hace falta el dinero para vivir, pues, para manifestar la vida, sólo necesitamos energía y voluntad.

Para eso sirve el dinero, para eso sirve la libertad.

Como aquella mujer que conocí que, cuando atravesaba China haciendo autostop con un amigo, un hombre en un lujoso Mercedes les paró.

¿Os llevo a algún lado?

Sí por favor, ¿te pilla de camino algún aeropuerto?

Y el hombre les subió a su coche, les llevó a un aeropuerto tras conducir varias horas, les compró los billetes como regalo y se despidió.

¿Te das cuenta? No les conocía de nada, sólo quería ayudar, dar. No estaba apegado al dinero. No estaba apegado a ellos. ¡Buen viaje amigos! seguro les dijo. Apostaría que no estaba apegado a su lujoso Mercedes.

Él era libre.

O déjame contarte otra historia, la última de hoy. ¿Sabes cuánto cuesta construir los centros de meditación Vipassana? Esos a los que acuden cada año miles de personas con el único fin de aumentar su conciencia, con comida gratis, alojamiento gratis, enseñanzas gratis, con personas sirviéndote cada día y no esperando nada más de ti que tu bienestar.

Muchos cientos de miles de euros, mucho trabajo, muchos obreros, arquitectos, cocineros, jardineros…

Energía puesta al servicio de la vida, de las mentes que se han encaminado en el sendero que les lleva a ser libres.

Querido lector, querida lectora, no te opongas a la vida, abre las compuertas. Te bloqueas. Te bloqueas a ti mismo, te bloqueas a ti misma. Es tu mente aferrándose quien bloquea el flujo de la energía en el universo, como una presa en un río, como un interruptor en un circuito eléctrico. Es tu opinión sobre mí lo que te hace esclavo, sobre ti, sobre el dinero, sobre la vida, sobre los gobiernos, sobre tus ideales, sobre las circunstancias, es tu opinión, tu relación, lo que te aleja de la libertad.

Gracias por leerme.

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Víctor dice

    16 junio, 2020 en 6:57 am

    Gracias a ti por escribir, me ha ayudado mucho.

  2. Silvia dice

    16 junio, 2020 en 7:40 am

    Gran artículo Antonio!
    Justo ando de mudanza, negociando con mi empresa la cual acaba de despedirme, haciendo grandes limpiezas (por dentro y por fuera) y no imaginas lo de acuerdo que estoy cuando dices: ‘El crear te hace libre, el apegarte a tu creación, esclavo.’

    Pero lo más interesante de tus palabras ha sido el darme cuenta que cuanto más libero, más consciente soy de la magnitud de apegos que me impiden seguir avanzando. Cada vez que me quito una piedra del camino me doy cuenta de que lo tengo repletito de ellas y que yo misma las mantengo ahí. Aunque sin duda el apartarlas del camino es el único «trabajo» que me está aportando una recompensa real 😀

    • Antonio Herrero Estévez dice

      16 junio, 2020 en 3:22 pm

      ¡¡Qué maravilloso comentario Silvia!! Muchas gracias. ¿Cómo puede una empresa despedir a la mejor diseñadora de España?

      ¡Un abrazo gigante!

  3. Antonio dice

    16 junio, 2020 en 4:29 pm

    El hombre que lleva un perro atado está tan atado como su perro, también , dicho de otro modo, lo que poseemos nos posee, eso sí, nosotros nos reservamos la potestad de que no sea así. Creo que este artículo va un poco de eso y me ha gustado mucho. Un abrazo Antonio!!!

  4. Leslie dice

    16 junio, 2020 en 4:35 pm

    Me gustó mucho. Siempre trato de vivir bajo ese pensamiento de «no es lo que te pasa, si no cómo reaccionas a ello», y lo relacioné con tu reflexión. Y digo que trato porque a veces creo que es normal perder un poco la cabeza, pero en muchas ocasiones lo he logrado, y he sido vista como despreocupada o como que no me importaran las cosas. Y sí me importan muchas cosas, pero como dices, no pasa nada. Saludos.

  5. Edu dice

    23 junio, 2020 en 6:19 pm

    Cuando paseo por mi finca a menudo pienso en la propiedad de la tierra, el si ese pedazo de terreno me pertenece. Ahora pienso en la libertad de crear que me ofrece. Gracias

  6. maría dice

    5 julio, 2020 en 8:23 pm

    Hola, Antonio:
    Qué cosas tiene la vida, soy “esa mujer que se consideraba a ella misma anarquista” y estoy aquí, leyendo lo que has escrito, creo que no por casualidad. Hay una parte de las palabras que pones en mi boca que nunca habría dicho (recuerdo perfectamente lo que dije, y te aseguro, además, que no había pizca de resentimiento), aunque entiendo que pudieras percibirlo así; corté bruscamente la conversación, sí, sencillamente porque quería hablar con una persona que estaba a punto de marchar. En cualquier caso, no tiene importancia.
    Te deseo lo mejor. Salud.

    • Antonio Herrero Estévez dice

      12 julio, 2020 en 8:50 am

      ¡Hola María! me alegro de que el artículo llegara a ti. ¿Qué palabras no dijiste? no hay muchas donde elegir, fue una conversación de 15 segundos sobre «ricos y libres» y sobre tu gusto o disgusto por la palabra ricos. En cualquier caso, como bien dices, no tiene importancia, un abrazo.

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