Cuando tenía unos veinte años fui a la casa de mi amigo Mario. Hablando con uno de sus compañeros, le comenté que había tenido otro mal día en el trabajo y que no entendía muy bien cómo las demás personas del mundo parecían felices yendo al mismo lugar tantas horas durante tantos años para hacer casi exactamente lo mismo.
¡Parece que soy la única persona infeliz con lo que hace! —le dije—.
No te equivoques Antonio, ese está jodido, esa está jodida, ese también, y esa, y ese, y esos —me dijo él mientras señalaba a diferentes puntos de la habitación con el dedo de manera simbólica—, casi todas las personas que ves caminando por la calle están jodidas y odian su trabajo, lo que pasa es que la mayoría ni siquiera se han parado a pensarlo. Su vida aparenta ser normal, no ponen mala cara a menudo, pero están jodidos.
Yo empecé a reír como un tonto consolado y arropado por el mal de muchos, pero ¿sabes qué? que esa frase dicha aquel día por ese chico bastante mayor que yo al que nunca más volví a ver, ha vuelto a mí una y otra vez a lo largo de todos estos años en las cientos de conversaciones que he tenido con personas de todo el mundo. Terminé dándome cuenta de que, cuando rascabas un poquito, desde la ejecutiva que parece ultra segura de sí misma hasta el oficinista que aparenta ser impermeable a las situaciones a su alrededor, casi todos están verdaderamente jodidos.
¿Que por qué te cuento esto? ¿porque odio a los oficinistas? ¿a los trabajadores por cuenta ajena?
No, eso lo comentaba sólo como ejemplo. Te lo cuento porque fue en esa época donde más días malos tenía y, aunque siendo sinceros no he tenido muchos días así desde hace más de una década, sí que cuando los tengo me obsesiono con saber por qué, pues sé, que el percibir un día como «malo» es un claro síntoma de no haberme desarrollado lo suficiente como para comprender que la vida, con el enfoque adecuado y el entrenamiento necesario, es un regalo en cada instante.
¿Me acompañas?
Qué es un día de mierda
Para comprender qué es un mal día debemos sumergirnos en las profundidades de nuestras emociones, y digo sumergirnos pues en lo superficial apenas se percibe si no tienes antes el ojo avezado para su detección.
Hay un montón de personas que ni siquiera saben que tienen días malos, y no es hasta que tienen muchos y muy seguidos y muy malos, no es hasta que dicen no poder más y acuden a psicólogos y psiquiatras y médicos y farmacéuticos y pastillas con nombres curiosos, que se dan cuenta de que algo no va bien sino todo lo contrario.
Un día de mierda es aquel día en el que, cuando te vas a la cama, lo haces con una sensación como de me falta algo, como de algo no funciona bien, como de no sé qué estoy haciendo con mi vida, como de no encuentro una razón para despertarme mañana, como de prefiero dormir a estar despierto o, incluso, como de no puedo dormir que alguien me recete algo tengo insomnio desde hace semanas necesito ayuda.
Un día de mierda es fácilmente identificable especialmente al despertar, y lo sabrás si cuando abres los ojos piensas: otro día igual. Preferiría seguir durmiendo. No quiero enfrentarme a aquello que está frente a mí.
Un día donde la mierda huele a varios metros de distancia es aquel en el que cuando me preguntan cómo estás, no sé si quien está respondiendo bien gracias y tú, soy yo, o en cambio es el piloto automático que hace meses, o años, tomó el mando en mi lugar.
El secreto arte de tener un día de mierda
Lo más importante que tienes que saber respecto a los días de mierda es que, si los riegas con esfuerzo y dedicación, descubrirás que estos se multiplicarán con facilidad, y que lo que aparentaba ser un simple día de mierda aislado, podrá convertirse en olientes semanas de mierda, en monstruosos meses de mierda, en abominables años de mierda e, incluso, si no decaes en el camino y persistes en tu intención o falta de ella, en una triste, apática, enorme bola de nieve, vida de mierda.
Lo segundo y no menos importante que has de saber es que tener un día de mierda es extraordinariamente sencillo, pues llevan tantos años preparándonos para ello que, sin siquiera pensarlo, este nos saldrá de manera natural, como espontáneamente, como una fuente de la que brota un agua muy marrón.
Cómo tener un mal día
Como ya sabes tener un mal día es muy sencillo y sólo hay que seguir unos cuántos pasos en una dirección determinada, pasos que han sido dados por millones de seres humanos antes que tú los cuales han dejado buena constancia de ello en multitud de conversaciones de bar, escritos y canciones de toda índole.
Vamos a descubrirlos.
- Echa la culpa (o, si te gusta más, pon la responsabilidad) de todo aquello que te pasa a otras personas, especialmente a tus padres. Para sentirnos aplatanados abatidos y sin fuerzas, no hay nada mejor que pensar que no tenemos la energía ni el conocimiento suficiente como para mejorar nuestra situación. Es cuando afirmamos no poder cambiar algo inmediatamente cercano a nosotros y cuando nos dejamos a merced de las olas de un mar llamado destino, que se planta la semilla de un mal día, pues al ceder nuestro poder y nuestra energía voluntaria y sumisamente, nos cortamos las alas, nos marchitamos, fertilizamos el terreno de los días chungos.
Siempre y en todo momento debemos hacer lo que de nosotros depende, permaneciendo firmes y tranquilos respecto a lo demás.
Epícteto. - Agóbiate mucho por todo aquello que no puedas controlar. Critica de forma recurrente lo que hacen los políticos, los jefes, los reyes, los empresarios, los banqueros y los periodistas. Agárrate a tu ira y a tu discurso como sólo haría un cabritillo a la teta de tu madre. Critica todo, sin tregua, ninguno de ellos tiene idea de cómo hacer las cosas y es tu misión, tu propósito vital, verbalizarlo. Con este paso tendrás muchos y abundantes días de mierda.
- No conozcas nada de ti mismo. No sepas nada de tu cuerpo ni de tu mente, no te creas cuando alguien te dice que eres energía y que la energía bloqueas con tus malos pensamientos y con tus malas acciones y con tus malos hábitos y con tus malos alimentos y con la mala atmósfera a tu alrededor. Delega todo conocimiento de ti mismo al que verdaderamente sabe sobre ti al haber estudiado una carrera sobre ello.
- No comprendas tu mente. Si hay algo de que lo estamos absolutamente seguros es de que nosotros no somos quién para conocer nuestra mente pues esta es compleja y escurridiza, y que lo mejor es acudir a otras personas a que nos digan qué nos pasa y cómo es. Además, si quieres tener un mal día semana mes y año, es especialmente importante que no comprendas la razón de tus pensamientos compulsivos o de tus adicciones.
- Di, siempre que puedas, «esto es lo que hay». Si hay una frase cuyo diseño es perfecto y su forma aerodinámica para hacernos tener un mal día, es sin duda «esto es lo que hay». Cuanto más la uses, más regarás tu plantita del mal día. Si además quieres echar un potente fertilizante a tu plantita, afirma con firmeza estas palabras: no me puedo quejar.
- No persigas bajo ninguna circunstancia tus sueños porque es arriesgado. En su lugar, pronuncia estas mágicas palabras: ya soy mayorcito para andarme con tonterías.

- No te dediques a tu pasión ni desarrolles ese gran don que de manera intuitiva conoces. Para sentirte mal, para tener una nada despreciable y prominente amargura en tu interior, acalla una y otra y otra vez más, la cada vez más tenue vocecita que desde dentro te implora dejar todo de lado para empezar por fin a hacer aquello que amas de manera natural.
- No camines descalzo por la naturaleza ni tomes baños de sol. Usa siempre, siempre, siempre, zapatillas que te aíslen de las múltiples amenazas de la tierra.
- Sueña, siempre, un futuro mejor el cuál se manifestará mágicamente y sin mediación por tu parte. Esperar siempre que las cosas mejoren por sí mismas es mano de santo para tener meses agobiantes y de incipiente frustración.
- Busca la inmovilidad. Tener un día de color negruzco amarronado es fácil si comprendes este hecho y lo pones en práctica en todas las ocasiones posibles. Busca la inmovilidad, lo estático, lo seguro, lo quieto, en un universo donde absolutamente todo vibra, se mueve, y es incierto. Todo irá bien buscando a toda costa seguridad si tu objetivo primordial es que casi todo vaya mal.
- No muevas tu cuerpo. Este es autoevidente, así que no lo explicaré más allá de pedirte por favor que te imagines a una cuerda de guitarra sin vibrar. No vibración, no movimiento, no música.
- No medites nunca. Asegura con científica rotundidad y todas las veces que puedas que tienes mucho escepticismo con eso de la meditación y, en lugar de sentarte, cerrar los ojos y probarlo, refuerza tu idea sobre tus grandes dudas.
- Cena todo lo tarde que puedas. Cenar tarde y además con comidas pesadas e irnos con el estómago lleno a dormir es perfecto para hacer que nuestro cuerpo no pueda descansar, regenerarse y pasar por las diferentes fases del sueño. Esto nos ayudará como ninguna otra cosa antes aquí descrita a tener un grandioso día de mierda.
- Acuéstate tarde por costumbre porque aseguras en cada conversación ser más de noche que de día. Como ya sabes, los días no empiezan por la mañana al despertar sino que lo hacen a las 00:01, por eso es vital comprender que, si queremos tener días malos o muy malos, el comienzo de un día nuevo tiene que pillarnos siempre despiertos y haciendo todo aquello que no nos ha dado tiempo durante el día. En lugar de comenzar el día descansando y regenerándonos, hagámoslo haciendo actividades en su mayoría prescindibles.
- Duerme con todos los aparatos electrónicos que puedas junto a ti. Robot asistente tipo Alexa, móvil, cargador, equipo de música, ordenador, televisión, todo es bienvenido en nuestro lugar de descanso si lo que queremos es no descansar.
- Antes de dormir y nada más despertar, mira una pantalla luminosa y salta de un lugar a otro dando pie, cada pocos segundos, a cientos de interacciones. Hazle saber cuanto antes a tu cerebro que el mundo es caótico y digital.
- Que la frase «no tengo tiempo» te acompañe a todas partes. Dile a tu subconsciente que no tienes vida, que las horas de las que dispones nunca son suficientes, que tu universo conocido es escaso y finito.
- Háblate mal todo lo que puedas. Nunca falla, el ingrediente secreto para tener un día malo. Y cuando te hagan ver que te tratas mal, tú responde que en realidad te quieres un montón.
- Nunca, jamás, leas libros de motivación ni veas vídeos de motivación. A ti nadie te dice cómo vivir o qué hacer salvo tu jefe, el gobierno, tus clientes, la economía, el banco, el dinero, la moda, tus padres o tus amigos.
- Ve películas de miedo porque te gustan, sigue las noticias porque tienes que estar informado, y escucha canciones repetitivas y con palabras malsonantes. A nuestro cerebro en particular y a nuestro cuerpo en general le viene muy bien el miedo y las bajas vibraciones para hacer de nuestro día un gran día de mierda.
- Mete en tu cuerpo algo que lo altere siempre que tengas la ocasión. Café, alcohol, tabaco, todo es válido y cuanto más mejor. Tu cuerpo necesita mucho desequilibrio para encontrarse mal y para hacernos tener un mal día, persistamos por ese camino.
- Di siempre que sí a todo. Especialmente aunque tengas pensamientos en tu interior que digan NO. No seas asertivo, todo el mundo sabe mejor que tú qué tienes que hacer en cada momento.
Querido lector, querida lectora, ya te lo he dicho muchas veces, pero si piensas que he venido aquí a darte lecciones y que me creo mejor que tú y sobre todo crees que me auto-engaño creyéndome que yo ya he superado todas estas pruebas y por tanto mis días son siempre luminosos y bellos, es que aún no nos conocemos bien.
Yo, al igual que tú y que casi todo el mundo, aún tengo, cada vez menos, es cierto, días que se me hacen cuesta arriba, días donde no entiendo nada, días donde cumplo casi cada uno de los puntos anteriormente descritos, días donde sólo quiero comer Risketos a dos manos y meterme con los dedos anaranjados bajo la almohada, días que me acuesto con el estómago a reventar, días que despierto y me quedo atrincherado bajo el nórdico esperando días mejores, días que amanezco más por obligación que por pasión desenfrenada.
La razón por la que escribo estos capítulos es primeramente porque es un buen ejercicio el plasmar mi conocimiento sobre ello para hacerlo así visible para mí mismo, y segundo, para que tú, quizás, te identifiques con algunas de mis experiencias y, quizás, sepas hacer que no vuelvan a ser las tuyas.
Gracias por leerme.