Este verano coincidí con Fernando Alonso.
El piloto no, el otro. El creador del podcast Píldoras de Conocimiento.
Y en una de esas me dijo algo brutal que sonó a bofetada pero no lo fue:
Antonio, no estás jugando tus cartas demasiado bien.
Con el conocimiento que tienes ya deberías ser millonario.
Brutal, como digo.
Sólo un buen amigo se atrevería a decirme algo que escociera tanto, y eso que Fernando y yo nos acabábamos de conocer.
Mi respuesta fueron dos preguntas.
¿Tú con 18 años qué hacías?
¿Y a los 25?
Me respondió que a los 18 empezó una ingeniería y a los 25 ya estaba con el doctorado.
Vale, Fernando. —Le dije—. Yo a los 18 años no sabía ni atarme los cordones y a los 25 estaba, muy tímidamente, empezando a abrir un ojo. A los 18 años pensaba sólo en dos cosas: emborracharme y ligar. Me llevas 25 años de ventaja.
No saber atarte los cordones significa no saber cómo crecer.
No saber atarte los cordones significa no saber cómo adquirir la información correcta que te permita practicar para tener buenos resultados que te beneficien A TI.
Significa no tener nada parecido al pensamiento a largo plazo.
Significa no usar nunca, ni por asomo, el arte de pensar.
Significa no saber la importancia de tener un cuerpo sano, cuidado y en forma.
Significa no rodearte activa y conscientemente de las personas que pueden impulsarte.
Significa no tener control de tus emociones, y ser a los 18 exactamente igual, repito, exactamente igual y sin ningún género de diferencia, que un bebé recién nacido que se guía exclusivamente por estímulos de «me gusta» o «no me gusta».
Significa no saber de ventas. Significa no saber de matemáticas. Significa no ser asertivo. Significa no haber viajado más allá de los confines de las fronteras del pueblo que te vio crecer.
Mira, te lo he dicho muchas veces y te lo diré muchas más. Cuando ves a una persona de éxito en muchos campos, estás viendo, casi exclusivamente, lo que le enseñó su familia.
Estás viendo si sus padres le animaban/inspiraban cada día a leer, cada día a hacer deporte, cada día a ser asertivo, cada día a romper un miedo, cada día a ser más racional y objetivo, cada día a ser más estoico aunque el niño o la niña tengan 2 años, cada día a valerse más por sí mismo, cada día a ser más libre.
Si ves lo contrario en una persona estás viendo que su familia, aunque lo intentó a su modo, no supo hacerlo.
Las personas tienen éxito, casi exclusivamente, gracias a la educación que han recibido día y noche en las pequeñas cosas en la intimidad de su casa.
Y escúchame bien que aquí viene la parte bestia.
Cuando veas a una persona que a los 18 años no sabe cómo atarse los cordones puesto que sus padres no le enseñaron porque ellos mismos no supieron cómo, ten por seguro que esa persona tiene ante sí sólo dos caminos.
El camino de la esclavitud, es decir, el camino de seguir a los 18 igual que a los 25 e igual que a los 35 e igual que a los 50 e igual que a los 84 en el lecho de muerte, o el camino de aprender por su cuenta a crecer.
Fernando, jugar las cartas correctamente, es decir, ser rico y libre, ser feliz, ser sano y fuerte física y mentalmente, es un arte, y ese arte lleva tiempo de práctica.
Algunos empezaron a practicar a los 0 años y otros a los 25, pero ten por seguro que ambos llegarán a ser artistas si se lo proponen de verdad.
En fin, a ti que me estás leyendo te cuento que en este email no te voy a contar demasiado de mí pues es lo que llevo haciendo varios años, pero sí te diré algo a modo de sacarme la chorra.
Si el progreso de una persona se mide por las personas que se rodea y le dan su atención y le piden su opinión, te cuento que he progresado mucho en estos años.
Sólo en los tres últimos retiros han venido tantas personas alucinantes a escucharme contar mi extraña forma de ver el mundo, que ya podría morir en paz.
Lara, una jefa de ventas en Google Irlanda, Kasia, una polaca dentista y profesora de Iyengar Yoga con seis retiros de meditación Vipassana a sus espaldas, Álvaro, un empresario potente con un corazón gigante, Inma, una médico anestesista con una mente que parecen dos, Kerly, una peluquera reconvertida a teleoperadora que llorando me dijo que ahora sabía exactamente qué es lo que tenía que hace para conseguir todo lo que se propusiera, Rafa, un bombero que se sacó las oposiciones con 27 años que me dijo: es como si todo este tiempo hubiera estado funcionando con el freno de mano echado. (Tócate las pelotas, si tú tenías el freno de mano echado, yo no sabía ni cómo entrar al coche)…
Y basta ya que no hay peor cosa que intentar buscar validación.
Ahora te cuento algo importante.
Importante para mí, ya me entiendes.
El sábado 9 de diciembre doy una conferencia en Madrid donde explicaré los pasos exactos que me están llevando a crecer.
Esos pasos NO son ningún secreto y están a la vista de todos.
Sólo tienes que buscarlos como lo hice yo y como sigo haciendo.
Los encontrarás en la India.
Los encontrarás en la antigua Roma y antigua Grecia.
Los encontrarás en la Biblia, y en el Dhammapada, y en las cartas de Séneca a Lucilio.
Los encontrarás en esas personas que te cruzas en la calle ese día que no vas a trabajar y te preguntas qué hacen ahí paseando un martes cualquiera.
Los encontrarás en Jim Rohn y en Jim Camp y en Paramahansa Yogananda y en David Hawkins y en Gary Halbert y en Robert Kiyosaki y en Ray Dalio y en Marisa Peers y en Ayn Rand y en Elisabeth Haich.
Los encontrarás en muchos libros, y cursos, y vídeos, y eventos, y viajes.
Los encontrarás en centros de meditación repartidos por todo el mundo.
Los encontrarás agrupados en Un manual hacia la grandeza.
Los encontrarás en ti si tienes el valor de mirar con atención en tu interior con lo ojos cerrados durante unas cuantas cientos de horas en silencio.
En fin en fin en fin, ten por seguro que aunque lo que contaré en esa conferencia será muy bestia, no será ni la mitad de bestia que lo que contarán Macarena, Juan y Pablo.
Y, si te interesa, se reserva aquí:
Conferencia en Madrid Ricos y Libres. Cómo mejorar mi vida.
75 € entrada presencial.
40 € Streaming.
PD: Hoy a las 14 horas se cierran las inscripciones.
PD2: Te contaré la mejor historia que has he escuchado hoy.
Mis padres quizás no me enseñaron a atarme los cordones según mi definición, pero me enseñaron una cosa que comprendí hace mucho y que recordé hace unos días leyendo un libro.
Desde que nací ambos me han hecho saber que las puertas de su casa (y por lo tanto, de su corazón), estaban abiertas para mí. Siempre. Sin importar qué hiciera. Siempre.
¿Y sabes? En esa tierra tan fértil, todo puede crecer.