Hace unos meses estaba en Alicante con mi padre comiendo una paella en el Santi. No sé mucho de paellas pero estoy seguro que debe ser una de las mejores de la ciudad.
Al terminar, pidió un café.
Papá, —le dije—, no lo pidas, déjame enseñarte un café de verdad aquí al lado.
Y curiosamente mi padre, después de 60 años tomando “café”, aceptó sin preguntas.
Le llevé al Madness Coffee, un café de especialidad a sólo unos metros del puerto.
Por si no lo sabes, como mi padre tampoco lo sabía por entonces, el café de especialidad es café y todo lo que el 99,9 % de la gente de España bebe, no lo es.
Soy un poco exagerado, lo sé.
El caso es que entramos al Madness, saludé al dueño y le pedí por favor si nos podría contar la historia detrás del café de especialidad, la selección, el tipo de planta, el tueste ahí mismo en el propio local… etc.
Mi padre parecía disfrutar de la explicación.
Cuando nos sentamos pedimos uno cada uno, no recuerdo qué procedencia. Quizás Brasil, quizás Colombia, quizás Perú.
Tampoco recuerdo la variedad ni la intensidad, quizás media, quizás alta, quizás…
Mi padre pidió azúcar.
Yo le dije que no.
Mi padre pidió entonces sacarina.
Yo le dije que tampoco.
Mi padre se lo acercó a los labios, lo probó y…
Coño.
Sus palabras textuales fueron: Coño, pero hijo.
Luego me dijo que nunca había probado algo así, que el café que bebía era amargo y este no, ese tipo de cosas.
¿Sabes? Me encanta escuchar de boca de otras personas ese tipo de exclamaciones por la sencilla razón de que yo, a mi vez, también las he pronunciado y tras ellas mi mundo ha cambiado un poquito.
Cuento mi vida en función de los “joder” o de los “coño” o de los “ostrás” que he exclamado.
Hasta los 32 años no había probado el café más que una vez y supe que no iba a volver a probarlo. Esa guarrería que necesita dos sobrecitos de azúcar para ocultar su sabor, no era para mí.
No fue hasta que estaba en un pueblecito de Ecuador frente a una hacienda de café que probé uno de verdad y comprendí que en el café, como en todo, hay grados de verdad y que nuestra tarea es ir descubriéndola.
Mi vida actualmente va sólo de eso:
Aprender lo mejor, y contar lo mejor.
Vivir lo más bonito, y compartir lo más bonito.
Descubrir lo más verdadero, y transmitir lo más verdadero.
Bueno, pues en la conferencia que dará lugar el sábado 30 de abril de 10 a 14 h en Madrid (zona Latina), te invitaré a un café de especialidad de esos que la gente al probarlos dice “coño”.
Será en el descanso de 11:45 a 12:15, descanso que, quien sea avispado, aprovechará para acribillar a preguntas al ponente invitado que vendrá a contarnos lo que sabe sobre un patrón financiero con sentido común y que aspira a la grandeza.
Por cierto… El café de especialidad cuesta más que el resto de “cafés”, claro. Traer a parte del equipo de mi Specialty Coffee favorito de Madrid para que nos mimen en nuestro descanso, cuesta más dinero que no invitarte a nada o invitarte a un café de máquina.
Pero esa será una de las cosas que veremos ese día: Cuanto más das, más tienes. Cuando piensas en grande, ocurren grandes cosas.